Está lloviendo y me siento como
si jamás hubiese visto ni sentido la lluvia. En estos momentos, me detengo a
pensar en mi perrito Igor, que aún a pesar de todo lo que pasó, flamea en mi
corazón.
Era un día Viernes cuando llegó y
fue un día Viernes cuando se fue para siempre, cuando llegó nada podía ser más
perfecto que ese momento; nunca he sido una persona desmerecedora con los
animales, es más, trato de ayudar a cada perrito o gato que se me cruza por
delante, pero esta vez fue papá quién me dio tan hermoso animal y yo no podía
estar más feliz. Los días pasaban y Igor cada vez se hacía más cercano a mí, jugábamos,
dormíamos, ¡qué no hacíamos! Pensé que seríamos así por lo menos un mes, pero…
no fue así. Sinceramente, me hubiese encantado estar en este instante junto a
él, pero él no resistió… se fue un Viernes, a una semana y dos días de estar
junto a mí, ¿y saben? Ni siquiera alcancé a tomarle una fotografía, ni marcar
sus manitos en algún cuaderno, o morderme un calcetín…
Realmente fue injusto e hizo que
mi corazón se remeciera completamente, sé
que la vida es injusta quizás hasta a veces cruel, y jamás nos da lo que
nosotros queremos realmente, ¿pero dejar sin vida a Igor? Realmente me devastó.
A lo mejor fue para bien, y él ahora está en un “mejor” lugar, pero jamás me
voy a quedar tranquila por el hecho de no haberle ayudado en aquellos minutos
trágicos, estaba en el colegio “cumpliendo deberes”, pero por ello quizás Igor
aún estaría aquí, mordiéndome mi oreja y después jugando con mis pies, sin
embargo, sé que ya nada puede cambiar pese a ello, le quiero muchísimo y aún
sigue en mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario