lunes, 17 de junio de 2013

Caffeine || KaiSoo.





—Ay, no seas dramático, Kyung Soo—dijo mordiéndose su labio inferior.

Ambos sabían que era una discusión tonta; sin embargo, sus caracteres eran demasiado orgullosos para dejar la controversia así.

—No es ser dramático, Jong In. ¡Eres demasiado estúpido para darte cuenta! Se están aprovechando de ti, te están engañando. ¡Entiéndelo de una maldita vez, maldición! —dicho aquello, tomó un sorbo de café por inercia.

Las discusiones entre ambos eran típicas, de vez en cuando a la misma hora de siempre. El orgullo dominaba a cada momento; hiriéndose mutuamente. Pero esta vez el enojo de Kyung Soo tenía algo de verdad.

—Pensé que lo entenderías, pero veo que no. No soy estúpido. Es una buena oferta de trabajo, actúas como un celoso. Eres demasiado sobreprotector ¿sabías? No me pasará nada…
—¿En verdad? Ni siquiera te darás cuenta cuando ya te hayas percatado de que todo aquello es una farsa. La empresa es una farsa, ¿qué no has leído los periódicos? Terco—musitó molesto.
—Sé que no es así… confío en…
—Él—rió irónico.
—Kyung Soo,  sabes que no es así. Confío en mis capacidades—hizo una mueca.
—Puede que sí, pero no puedo evitarlo. Se supone que no harías esto ¿eh? Me haces daño—murmuró.

Jong In se acercó, quería sentir sus cálidos brazos alrededor suyo. Él no quería discutir más.

—Aléjate, ¿quieres? —bufó—. Piensa bien las cosas, Jong In. Es lo único que te pediré de aquí en adelante. Infórmate—apuntó un diario.
—¿Dónde irás? —preguntó desconcertado.
—Lejos de ti—murmuró.
—¡HACES TODO MÁS DIFÍCIL! —gritó mientras Kyung Soo seguía su camino.

Soberbios eran, por más que quisieran estar juntos siempre la arrogancia los detenía, y por el minúsculo celo podían revolver el mundo completo. Se querían lo admitían, pero al parecer la impertinencia era más fuerte. Ahora un Jong In destrozado pensaba sólo en aquél individuo que se había marchado hace sólo algunos minutos. ¿Tan malo era poder buscar trabajo? Él sólo se aburría que el otro lo consintiese, aunque eran felices así, él también quería consentirlo; sin embargo Kyung Soo no quería, y aunque fue un celoso protector le quería más que nada en el mundo.

¿Qué sería un Jong In sin Kyung Soo?, la respuesta era fácil… no sería la persona que es ahora sin él, quizás sería un ignorante si no hubiese encontrado a Kyung Soo ó quizás en el mundo que viviría no sería igual, le faltaría algo… Kyung Soo.

Sólo lo desea a él.

Kyung Soo también lo desea, sólo son demasiado orgullosos de sí mismos para decir “perdón”. ¿Algún día entenderán que las estúpidas que a diario tienen son boberías?, ¿cuándo se darán cuenta de cuánto se aprecian?

Nada será lo mismo si siguen contradiciéndose.

—Esto es tonto, no debería ser así—murmuró Jong In—. Él es un celoso, pero el celoso más empalagoso de este mundo—sonrió para sí mismo.

Con amargura Kyung Soo caminaba,  por soberbia no quería volver al apartamento. Sabía quién le esperaba. Pero él quería ir, aún así no irá; no hasta que se dé cuenta lo soso que es.  Sin embargo, él sí de daba cuenta de lo tonto que las discusiones pueden llegar a ser. Detuvo el paso al sentir cálidas gotas resbalar por su rostro… lluvia. Una vez que miró el  cielo, se tornó más intensa.

Corrió hacia su morada, apático por lo que le esperaba. Esta vez a él le tocaba el decir un “lo siento”, ¿pero saldría de sus labios? Tendría que tragarse toda la arrogancia que gracias al moreno obtuvo. Él no quería ser así, pero aquél muchacho lo convierte en eso. Y por más que quiera ocultarlo, le encanta.

Humedecido por aquél diluvio adentró su apartamento como si nada hubiese pasado. Vio una escena que hizo su corazón arder.

Jong In durmiendo.

Sonrió amargo, ¿por qué tenían que discutir? Estar así era de lo peor, se extrañaban el uno con el otro.

Tapó con cobijas a su amado luego de un relajante baño.

—Me haces tanto mal, Jong In—susurró—. Pero a la vez eres mi felicidad, eres irresistible—carcajeó.

Sintió una breve risita por parte de su acompañante. Rayos, lo había escuchado.

—Eres un necio—musitó.
—Como digas—susurró—. Iré a prepararme un café, supongo que no quieres así que mejor para mí—frunció su seño.
—Qué humor, ¿sigues enfadado? —preguntó.
—¿Qué crees tú? —hizo una mueca.

El moreno suspiró. ¿Tan difícil era perdonarse?

—¡Mierda! —gritó Kyung Soo.
—¿¡Qué rayos pasó!? —dijo un Jong In agitado. Corrió por él.
—Me corté recogiendo un cuchillo, maldición—susurró—. Me duele—bufó—. Ayúdame Jongie-ah—musitó desesperado—. Por favor.

Ver así a Kyung Soo, débil… hacía que el corazón de aquél moreno palpitara más acelerado que de costumbre. ¿Por qué malditamente tenía que ser así? Tan tierno. Joder. Kyung Soo sólo lo hace más difícil…

A pesar de haberse cortado la herida no era tan profunda, pero tampoco menos leve. Jong In actuaba como un héroe a cada momento. El subconsciente de ambos grita por el perdón, pero saben que deben tragarse esa soberbia, ¿pasará en algún momento?

—¡Ouch! Eso duele—lloriqueó Kyung Soo.
—Cálmate, todo estará bien. Necio—murmuró el moreno.
—Si estuvieras en mí lugar igual estarías quejándote y no lo niegues.

Hubo el más penoso mutismo. Jong In sabía que si habría su boca, las cosas resultarían peor y hasta pueda que Kyung Soo se enfade de por vida, sabe cómo es.

Conoce su carácter como la palma de su mano.

—Listo—dijo Jong In.
—¿Enserio? —suspiró; el moreno asintió—. Joder, qué torpe soy.
—Ni que me lo digas—gozoso rió el moreno.

¿Por qué tuvo que reír así? El mundo alrededor de ellos hizo un remesón; el corazón de Kyung Soo comenzó a latir con fuerzas. Se sonrojó levemente y evitó la mirada de Jong In.

—Oye, te prepararé tu café ¿sí?—musitó palmeando su espalda.

Todo… ¿estaba bien?

No, definitivamente no estaba bien.

Se dirigió hacia la cocina, vio a un moreno feliz haciendo café.  Se sintió culpable.

—Jong In-ssi—murmuró captando la atención del atezado.
—¿Qué?
—Yo… te debo una… disculpa—dijo inaudible.
—Perdón, no te alcancé a oír—musitó entregándole un café cargado.
—Te debo una disculpa, perdóname por lo de hace un rato—se encogió de hombros recibiendo el café.
—Oh… n-no te preocupes, ya pasó…
—No. Es para que me preocupe. Por culpa de mi orgullo digo las cosas y no pienso antes de hablar; ni siquiera tu opinión al caso—rascó la parte posterior de su nuca—. Perdón—susurró.
—Pues—carraspeó—. Claro, es la primera disculpa que recibo por tú parte—sonrió de medio lado—. Ah, y no te preocupes, no trabajaré allí.
—¿E-En verdad?
—Sí, no necesito trabajar—guiñó—. Y además no quiero trabajar junto a él, más aún cuando sientes celos de él. Aunque claro, adoro celarte pero tampoco es para armar pleitos todos los días. Quiero que me consientas, no deseo que la soberbia me domine.
—Vaya—suspiró.
—Kyung Soo… yo te pido disculpas por mi comportamiento, sé que te iba a molestar pero aún así lo hice. Lo lamento—dijo avergonzado.
—Está bien, ya pasó—murmuró mientras tomaba un sorbo de café—. Lo haces por ti supongo, ¿no? No me gustaría que lo hicieras por mí, me sentiría horrible.

Otro silencio más, ambos escuchaban atentamente el caer de la lluvia.

—¿Sabes? Estoy harto de ocultarlo—esbozó una sonrisa Jong In—. Sí, estoy dejando el trabajo por ti, más bien, por los dos. No soportaría estar sin ti más horas de las que estoy sin tu compañía hoy en día, ¿me entiendes? Te quiero demasiado como para que un imbécil trabajo se interponga entre nosotros.

Un estremecimiento hizo travesía en el cuerpo de Kyung Soo. Él en estos momentos no asimilaba la situación. Trataba de encontrar palabras exactas para decirle en aquél momento, pero se encontraba petrificado. Quería susurrarle un “te quiero”, pero esta vez quería que fuese especial. Simplemente si abría la boca en estos instantes se contradeciría. No, no abriría la boca.

 Tomó otro sorbo de café.

Miró el contenido de aquella taza atentamente. Suspiró. Jong In le miraba fugaz a cada movimiento… esperaba un habla por parte de su amado.

—Jong In, eres como la cafeína—murmuró—. Me haces mal pero a la vez me vuelves feliz y pleno. Te debo mucho—sonrió de medio lado.

El moreno se acercó.

—Dime que me quieres—susurró en su oído.

Kyung Soo se estremeció. Tomó el último sorbo de café.

—Te quiero—murmuró—. Te quiero mucho—sonrió mostrando su dentadura—. Me atrevo a decir que eres perfecto, para mí lo eres. No importa el orgullo, desde ahora en adelante sólo importa el “nosotros”.

Jong In se derretía de apoco, ¿cómo podía ser tan tierno? Lo era, lo era más que nada en el mundo. Ambos se consideraban un regalo para el otro, ¿cómo no? Si tan sólo no hubiesen tenido aquella bobería… todo estaría perfecto, sin embargo, al pasar aquella disputa han podido reflejar los sentimientos sinceros el uno del otro superando los obstáculos que tienen por delante. Se consideran como la cafeína, ¡oh tan buena y tan mala a la vez! Son felices así; la felicidad es lo que más se necesita para estar pleno. Ahora, lo han conseguido.

Escape || DongHae.



Si tan sólo su corazón palpitara, él sería el hombre más feliz del planeta. Si él pudiese verla sonreír otra vez, miles de sensaciones acongojadas en su interior, brotarían nuevamente dejándolas en el aire, libres al fin; y las nuevas sensaciones de la más grata felicidad darían luz.

Ella no respira más. No más. Muchos creen que el accidente fue a propósito, él también cree así; pero salvo una esperanza… él es la excepción.

Dice que es su culpa. Ella si aún respirase le negaría y diría que fue sólo el destino, que ella fue la causante, no él.

—Dong Hae… amigo por favor, no te tortures más—susurró dándole un fuerte abrazo, su amigo. No, mejor dicho, su mejor amigo desde los 5 años de edad. Hyuk Jae. Te aseguro, que ella no lo querría así, no te atormentes, el destino es nuestro camino a seguir; el de ella sólo llegó hasta aquí, es un nuevo comienzo, junto a ella pero acompañándose unos con otros de una forma diferente.
Pero… y-yo lo ocasioné, Hyuk, ¡fui yo! Si tan sólo no le hubiese dicho esas palabras, ella no hubiese escapado de casa y aquello no pasaría. No pasaríael morocho estalló en llanto.
—Shh… te llevaré a casa ¿sí? Ten—dijo su acompañante tendiéndole un pañuelo. Sécate. No llores más, me partes el corazónle abrazó.
—Ella… ya… ya no está—dijo en un susurro—, no puedo seguir sin ella, Hyuk. No puedo continuar…
—Cálmate, todo estará bien…—palmeó su espalda.
—Nada está bien, Hyuk. NADA—gritó.

Él estaba mal. Su compañero lo trataba de apoyar en todo; sin embargo, tuvo que hacer lo mejor para su compañero, tratar de que no se meta en los vicios de la noche, y menos del alcohol. Pero Hyuk Jae no se daba cuenta que esos vicios no le importaban a Dong Hae, a él no le importaban, sólo estaba cegado por la presión y el sentimiento de culpa que lo abruma.

Dong Hae fingiendo estar bien, pidió a Hyuk Jae que se marchara; quería estar sólo, pero nadie ni él mismo sabía las consecuencias que podría traerle.

Comenzó a pensar en ella, sí, en su suave piel. Sus morenos cabellos brillantes, todo en ella que lo hacía feliz. Y ya ha tres días de su muerte, el sentimiento de amor aún estaba en su corazón.

Él sabe que no puede estar sin ella; no hay mundo en el cual estar, ella es su mundo completo y no lo negaba; sin dudar no lo negará jamás. Vio una fotografía de aquellas que te hacen revolotear en corazón cuando tu amada está ahí. Se estremeció. Pero con frenesí acarició la fotografía y en especial la mujer que estaba ahí.

Eun Woo, cuánto deseo que estés aquí—susurró mientras en sus temblantes labios, se depositaban sus débiles lágrimas.

En otra vida está Eun Woo, quizás esté mejor pero no siendo así que esté menos complicada de lo que estaba.

Ella tenía un ángel, ella es la que hace todo más fácil, todo.

¡Cómo extrañaba su sinfonía de todos los días!, ¡cómo deseaba que ella estuviese aquí! Acariciando su grácil rostro, sus cabellos, sus labios rosa; siendo el punto débil y provocativo. Ojalá sus destinos juntos hubiesen perdurado más que sus destinos separados, aún así ambos corazones a pesar de la distancia, laten el uno por el otro. Porque así es, después de todo aún están cegados de amor.

—Oye, Dong Hae ¿dónde me llevarás ahora? —preguntó una muchacha de una fina sonrisa.
—¿Dónde quieres que te lleve? —devolvió la pregunta un chico no tan alto que ella.
—Pues no lo sé—frunció su ceño—. Podríamos ir a caminar y esperar el anochecer, después de todo, aún tengo el deseo de alcanzar las estrellas—le guiñó a su acompañante.
—E-Está bien—musitó nervioso—. Antes tengo algo para ofrecerte, gruñona—apretó sus suaves mejillas.

Mientras la muchacha se quejaba del agarre de Dong Hae, éste sacaba lentamente de su bolsillo algo muy minúsculo; sabía que a aquella le iba a encantar.

—¡Por dios!, ¡un mini panda! —chilló—. Dong Hae, ¿dónde lo has conseguido?, ¡dímelo! Oh, ¿es mío? Ay, ¡qué ternura eres tú!—se unió contra el cuerpo de Dong Hae en un cálido abrazo.

Perplejo quedó él, su corazón latía demasiado. Sus mejillas estaban enardecidas; él sabía de aquél sentimiento, según él le faltaba el “empujón” para soltar aquellas palabras que cambiarían su mundo por completo, ella es su felicidad.

—Ya… tenemos que irnos—susurró suavemente en su oído.
—¡Vamos! —rió feliz; tomando la mano de Dong Hae, guiándolo a una heladería de allí—. Quiero comer un helado, sé que el de fresas es tu favorito y además, sé que quieres comer uno—le guiñó un ojo; él se derritió de ternura.

Sonriendo cada uno por su lado, sí, así eran aquellos tiempos y los actuales también se veían venir así. Después de todo, su destino es estar juntos.

—Oye, ¿qué tal tu helado? —preguntó Eun Woo.
—¡Exquisito! Ni sueñes que te daré ¿eh? —rió coqueto.
—¡No se vale! —chilló como niña pequeña—. Ugh, sé que me darás, ¡niño malo! —se lanzó a él.

Todo fue un mísero desastre. Los helados se habían caído al suelo y sus caras estaban cubiertas con éste.

Rieron como niños pequeños.

—¡Mira, pareces cualquier cosa menos tú! —rió Eun Woo. Su acompañante sólo le miró desafiante—. ¿Qué? Sólo digo la verdad.
—¿Ah sí? —preguntó—. Está bien… pero de esta no te salvarás—se lanzó a ella.

Las cosquillas eran su debilidad.

—¡Para, Oppa! De veras…—Dong Hae le miró perplejo.

Le había llamado “Oppa”, jamás desde los años que se conocían le había dicho así.

—Al fin, pensé que no me dejarías ¿eh? Oppa…—hizo puchero—. Me tengo que ir, necesito hacer mis deberes y sé que tú no me ayudarás con eso…
—¿Quién dice que no? —rió travieso—. Me has llamado “Oppa” te mereces un premio. Ven, vamos, nos queda una salida a las estrellas. Necesito memorizarme las constelaciones—la abrazó de repente.

Lentamente se acercó a su rostro, quitando con sus aterciopelados labios el helado que quedaba en sus mejillas.

—No pensabas irte así ¿no? —enarcó una ceja; ella negó ruborizada.

Se querían, ambos lo sabían pero estaban demasiado ciegos por sus inseguridades para poder creer aquellos sentimientos. Ambos eran sólo unos novatos en el amor. Aunque no podían negarlo, se querían demasiado, estaban locos. Locos por no ver lo que uno siente por el otro.

—D-Dong Hae—sacudió el hombro de aquél muchacho.
—Soy tu Oppa—murmuró abrazando fuertemente a su acompañante.
—O-Oppa, ugh. Dong Hae, te has quedado dormido, ya es tarde, debes irte—musitó—. Oppa… muévete, de verdad. Papá vendrá…
—Soy tu Oppa—susurró—. Tengo sueño, durmamos ¿sí? —se acercó a su cuello, dejando rastros de sus labios en él.

Oh, oh.

Eun Woo se paralizó.

Las mariposas en su estómago no dejaban de revolotear. Sabía que si seguían así, caerían en su propia trampa. Temía aquello. Pero quería estar en brazos de su hombre. Sí, de ella.

—De verdad… papá vendrá, si te encuentra en mi cama pensará lo peor. Oppa, sólo tengo 17 años, tú 19, abusarás de mí—rió dulce.
—Patrañas—susurró—. Pero está bien, por lo menos dormí con la persona más abrazable del mundo—rió—. Oye, adoro esto…
—¿El qué?...
—El que te sonrojes—susurró.
—No estoy sonrojada—tocó sus mejillas desesperadamente; el chico rió.
—No—se acercó a ella hasta robarle una tierna caricia en su mejilla—. Pero ahora sí.
—Oye, no se vale darme besitos para sonrojarme—le golpeó suavemente—. Me las pagarás—rió traviesa.

Esos momentos eran los más anhelados por ambos. Nada había cambiado en la actualidad. Sus corazones palpitaban de la misma manera de siempre. Agitado cada vez que se ven el uno a otro. Y ahora, era el tiempo de que este sentimiento tan bello, florezca.

—Oppa, ven mañana a buscarme por la mañana ¿sí? —ordenó Eun Woo desde la puerta, él asintió—. ¡Ah! Tienes un premio por ayudarme hoy—rió traviesa mientras se acercaba a él—Dong Hae sólo sintió una tierna caricia en su mejilla. Sus labios acariciaban su rostro. El mundo se revolvió por completo—. Me debías eso—decía con su radiante mirada.

Pareciera que al mirarse, se podrían decirse todos los sentimientos. Es mágico cómo se comunican unos con otros. Mientras ella se alejaba, a Dong Hae sólo se le cruzó la idea de probar aquellos labios.

Era ahora o nunca.

La detuvo.

Eun Woo sintió como si tocara el cielo cuando sus labios hicieron sólo un pequeño roce. Siendo inexpertos, besaron los labios del otro con furor. El paraíso era para ambos. Miles de sensaciones agasajadoras hacían el momento más especial y cálido. Las enardecidas mejillas de ambos los delataban al instante. Sus agitadas respiraciones daban mucho que hablar, y sus corazones palpitantes disponían a más.

—Ahora—susurró el chico en sus labios—. Tendrás que saldar es…—no alcanzó a terminar la última palabra cuando sintió los labios novatos de la joven presionarse contra los suyos.

Sonrió para sus adentros.

Ambos consiguieron lo que querían. Fue el primer beso, una caricia deseada por mucho tiempo pero cumplida al fin.

Ocho años de relación, para que una discusión minúscula terminara para crear algo catastrófico.

—¡NO ME GRITES!, ¿qué no ves? Me hieres, no seas así. ¡No eres así! Jamás te engañaría y lo sabes—sus ojos se aguaron.
—¡NO TE ESTOY GRITANDO, JODER! No me gusta que salgas con esos tipos; me dan mala espina, ¡sólo trato de protegerte! —él quería llorar.
—¡JÓDETE CON TUS MALDITOS CELOS! Cuando termines de dudar de mí, por favor… llámame—decía Eun Woo mientras se marchaba gimoteando.
—¡Eun Woo! Espe…

Sólo el portazo se sintió. Se había marchado. ¿Qué había hecho? Sólo una de las pocas escenas de celos. Él era celoso, pero las inseguridades ayudaban a tener recelo a él miso y a sus alrededores. Exhaló.

Lloraba. Lloraba de amor. Sólo por una maldita escena de celos. Jamás había experimentado tanta furia como ese día. Quizás, tan sólo quizás la culpa la tenía el estrés.

Media hora había pasado y no había señales de ella. Se exasperó, una corazonada le decía que nada andaba bien.

—¿Dónde estás? —comenzó a preguntarse mientras llamaba a su celular—. Contesta… por favor…

Decidió ir a buscarla.

Mala idea.

Con tan sólo dar un paso a la acera, vio el caos que se había formado. Un grave accidente. La confusión abrumaba su mente. Sin embargo, continuó su travesía, quería encontrar a su amada.

El corazón se le partió en dos. Sentía todo derribado a su alrededor… no podía ser su amada la que fallecía en el piso. Su ángel…

—¡EUN WOO! —corrió hacia el accidente—. Eun Woo—sollozó—, resiste por favor—decía mientras la cargaba desesperado—. ¡AYÚDENME POR FAVOR! —gritó.

Ojalá el rostro ensangrentado de Eun Woo se pudiese borrar de los recuerdos de Dong Hae. Pero malditamente no se puede. Todos esta vida recuerdan lo más doloroso que han pasado y esto no es la excepción.

—Por favor… resiste, llegará ayuda, llegará—sollozaba una y otra vez.

Acomodó los mechones del rostro de la muchacha que caían grácil y sedosos.  Su felicidad estaba en pena. Internamente luchaba por tener esperanzas, pero sabía la cruel realidad que debería enfrentar.

—O-Oppa…—oyó susurrar de sus labios.
—Eun Woo, resiste, llegará ayuda, tranquila…—besó su frente, tiernas lágrimas comenzaron a brotar nuevamente.
—No llores, Oppa. Estaré bien…—musitó con una sonrisa de medio lado.
—Per-Perdóname, preciosa. Sabes que jamás quise dudar de ti—lloró con más fuerzas aún, sabía que esto era el final.
—No te preocupes, sé que en el fondo jamás dudaste de mí. Sabes que te anhelo demasiado como para engañarte—tragó saliva—. Me duele el cuerpo, Oppa. Sé que ya no dolerá. No nos veremos más… esta es la última vez.
—No… no digas eso.
—Shh… Dong Hae sabes que es cierto. En parte fue mi culpa todo esto, es mi culpa haberme ido así de enfadada. No te preocupes. Estaré bien, pero quiero que tú lo estés mejor. Vive por mí. Yo no puedo hacerlo, perdón.
—No, no puedo vivir sin ti, sin ti no puedo seguir. Eun Woo, por favor.
—Así es el destino, Dong Hae—besó su mejilla—. Te amo, te amo mucho… Oppa—sus ojos se cerraron.

Su corazón dejó de latir.

—Eun Woo… Eun Woo, ¡NO, NO, NO, NO!  ¡TÚ NO! ¡POR FAVOR! ¡REACCIONA! —sacudía al cuerpo ya fallecido una y otra vez.

Dong Hae estaba fuera de sí. Sentía golpes dar a su corazón, dagas atravesaban en él. No podía caer en la idea de vivir sin ella. Simplemente no podía. Era su ángel. Y se lo habían arrebatado.

Si tan sólo hubiese detenido aquella escena de celos, si hubiese controlado su ira. Nada de eso pasaría. Pero pasó, pasó de la forma más trágica. ¿Quién iba a pensar que de un momento a otro perdería a una persona importante en su vida? Así es. De un momento a otro puede pasar. Nadie manda al destino más que él mismo. Sí, se puede controlar, pero no mandar. Sin embargo, esto no pasó.

Ahora, después de un día sin ella. No aguantaba más. Nadie estaba a su lado. Le hacía falta, mucha falta. Vio su única salida, su único punto de fuga, su único… escape.

No era el mejor de todos. Era un escape estúpido. Sin embargo, para él era el único para no torturarse más. La muerte si más bien no era sencilla, tampoco santo remedio. Pero curaría sus más internas heridas.

Así, los dos estarían unidos en corazón y alma.

Igor, please... stay with me.





Está lloviendo y me siento como si jamás hubiese visto ni sentido la lluvia. En estos momentos, me detengo a pensar en mi perrito Igor, que aún a pesar de todo lo que pasó, flamea en mi corazón. 

Era un día Viernes cuando llegó y fue un día Viernes cuando se fue para siempre, cuando llegó nada podía ser más perfecto que ese momento; nunca he sido una persona desmerecedora con los animales, es más, trato de ayudar a cada perrito o gato que se me cruza por delante, pero esta vez fue papá quién me dio tan hermoso animal y yo no podía estar más feliz. Los días pasaban y Igor cada vez se hacía más cercano a mí, jugábamos, dormíamos, ¡qué no hacíamos! Pensé que seríamos así por lo menos un mes, pero… no fue así. Sinceramente, me hubiese encantado estar en este instante junto a él, pero él no resistió… se fue un Viernes, a una semana y dos días de estar junto a mí, ¿y saben? Ni siquiera alcancé a tomarle una fotografía, ni marcar sus manitos en algún cuaderno, o morderme un calcetín…

Realmente fue injusto e hizo que mi corazón se remeciera completamente,  sé que la vida es injusta quizás hasta a veces cruel, y jamás nos da lo que nosotros queremos realmente, ¿pero dejar sin vida a Igor? Realmente me devastó. A lo mejor fue para bien, y él ahora está en un “mejor” lugar, pero jamás me voy a quedar tranquila por el hecho de no haberle ayudado en aquellos minutos trágicos, estaba en el colegio “cumpliendo deberes”, pero por ello quizás Igor aún estaría aquí, mordiéndome mi oreja y después jugando con mis pies, sin embargo, sé que ya nada puede cambiar pese a ello, le quiero muchísimo y aún sigue en mi corazón.