lunes, 17 de junio de 2013

Escape || DongHae.



Si tan sólo su corazón palpitara, él sería el hombre más feliz del planeta. Si él pudiese verla sonreír otra vez, miles de sensaciones acongojadas en su interior, brotarían nuevamente dejándolas en el aire, libres al fin; y las nuevas sensaciones de la más grata felicidad darían luz.

Ella no respira más. No más. Muchos creen que el accidente fue a propósito, él también cree así; pero salvo una esperanza… él es la excepción.

Dice que es su culpa. Ella si aún respirase le negaría y diría que fue sólo el destino, que ella fue la causante, no él.

—Dong Hae… amigo por favor, no te tortures más—susurró dándole un fuerte abrazo, su amigo. No, mejor dicho, su mejor amigo desde los 5 años de edad. Hyuk Jae. Te aseguro, que ella no lo querría así, no te atormentes, el destino es nuestro camino a seguir; el de ella sólo llegó hasta aquí, es un nuevo comienzo, junto a ella pero acompañándose unos con otros de una forma diferente.
Pero… y-yo lo ocasioné, Hyuk, ¡fui yo! Si tan sólo no le hubiese dicho esas palabras, ella no hubiese escapado de casa y aquello no pasaría. No pasaríael morocho estalló en llanto.
—Shh… te llevaré a casa ¿sí? Ten—dijo su acompañante tendiéndole un pañuelo. Sécate. No llores más, me partes el corazónle abrazó.
—Ella… ya… ya no está—dijo en un susurro—, no puedo seguir sin ella, Hyuk. No puedo continuar…
—Cálmate, todo estará bien…—palmeó su espalda.
—Nada está bien, Hyuk. NADA—gritó.

Él estaba mal. Su compañero lo trataba de apoyar en todo; sin embargo, tuvo que hacer lo mejor para su compañero, tratar de que no se meta en los vicios de la noche, y menos del alcohol. Pero Hyuk Jae no se daba cuenta que esos vicios no le importaban a Dong Hae, a él no le importaban, sólo estaba cegado por la presión y el sentimiento de culpa que lo abruma.

Dong Hae fingiendo estar bien, pidió a Hyuk Jae que se marchara; quería estar sólo, pero nadie ni él mismo sabía las consecuencias que podría traerle.

Comenzó a pensar en ella, sí, en su suave piel. Sus morenos cabellos brillantes, todo en ella que lo hacía feliz. Y ya ha tres días de su muerte, el sentimiento de amor aún estaba en su corazón.

Él sabe que no puede estar sin ella; no hay mundo en el cual estar, ella es su mundo completo y no lo negaba; sin dudar no lo negará jamás. Vio una fotografía de aquellas que te hacen revolotear en corazón cuando tu amada está ahí. Se estremeció. Pero con frenesí acarició la fotografía y en especial la mujer que estaba ahí.

Eun Woo, cuánto deseo que estés aquí—susurró mientras en sus temblantes labios, se depositaban sus débiles lágrimas.

En otra vida está Eun Woo, quizás esté mejor pero no siendo así que esté menos complicada de lo que estaba.

Ella tenía un ángel, ella es la que hace todo más fácil, todo.

¡Cómo extrañaba su sinfonía de todos los días!, ¡cómo deseaba que ella estuviese aquí! Acariciando su grácil rostro, sus cabellos, sus labios rosa; siendo el punto débil y provocativo. Ojalá sus destinos juntos hubiesen perdurado más que sus destinos separados, aún así ambos corazones a pesar de la distancia, laten el uno por el otro. Porque así es, después de todo aún están cegados de amor.

—Oye, Dong Hae ¿dónde me llevarás ahora? —preguntó una muchacha de una fina sonrisa.
—¿Dónde quieres que te lleve? —devolvió la pregunta un chico no tan alto que ella.
—Pues no lo sé—frunció su ceño—. Podríamos ir a caminar y esperar el anochecer, después de todo, aún tengo el deseo de alcanzar las estrellas—le guiñó a su acompañante.
—E-Está bien—musitó nervioso—. Antes tengo algo para ofrecerte, gruñona—apretó sus suaves mejillas.

Mientras la muchacha se quejaba del agarre de Dong Hae, éste sacaba lentamente de su bolsillo algo muy minúsculo; sabía que a aquella le iba a encantar.

—¡Por dios!, ¡un mini panda! —chilló—. Dong Hae, ¿dónde lo has conseguido?, ¡dímelo! Oh, ¿es mío? Ay, ¡qué ternura eres tú!—se unió contra el cuerpo de Dong Hae en un cálido abrazo.

Perplejo quedó él, su corazón latía demasiado. Sus mejillas estaban enardecidas; él sabía de aquél sentimiento, según él le faltaba el “empujón” para soltar aquellas palabras que cambiarían su mundo por completo, ella es su felicidad.

—Ya… tenemos que irnos—susurró suavemente en su oído.
—¡Vamos! —rió feliz; tomando la mano de Dong Hae, guiándolo a una heladería de allí—. Quiero comer un helado, sé que el de fresas es tu favorito y además, sé que quieres comer uno—le guiñó un ojo; él se derritió de ternura.

Sonriendo cada uno por su lado, sí, así eran aquellos tiempos y los actuales también se veían venir así. Después de todo, su destino es estar juntos.

—Oye, ¿qué tal tu helado? —preguntó Eun Woo.
—¡Exquisito! Ni sueñes que te daré ¿eh? —rió coqueto.
—¡No se vale! —chilló como niña pequeña—. Ugh, sé que me darás, ¡niño malo! —se lanzó a él.

Todo fue un mísero desastre. Los helados se habían caído al suelo y sus caras estaban cubiertas con éste.

Rieron como niños pequeños.

—¡Mira, pareces cualquier cosa menos tú! —rió Eun Woo. Su acompañante sólo le miró desafiante—. ¿Qué? Sólo digo la verdad.
—¿Ah sí? —preguntó—. Está bien… pero de esta no te salvarás—se lanzó a ella.

Las cosquillas eran su debilidad.

—¡Para, Oppa! De veras…—Dong Hae le miró perplejo.

Le había llamado “Oppa”, jamás desde los años que se conocían le había dicho así.

—Al fin, pensé que no me dejarías ¿eh? Oppa…—hizo puchero—. Me tengo que ir, necesito hacer mis deberes y sé que tú no me ayudarás con eso…
—¿Quién dice que no? —rió travieso—. Me has llamado “Oppa” te mereces un premio. Ven, vamos, nos queda una salida a las estrellas. Necesito memorizarme las constelaciones—la abrazó de repente.

Lentamente se acercó a su rostro, quitando con sus aterciopelados labios el helado que quedaba en sus mejillas.

—No pensabas irte así ¿no? —enarcó una ceja; ella negó ruborizada.

Se querían, ambos lo sabían pero estaban demasiado ciegos por sus inseguridades para poder creer aquellos sentimientos. Ambos eran sólo unos novatos en el amor. Aunque no podían negarlo, se querían demasiado, estaban locos. Locos por no ver lo que uno siente por el otro.

—D-Dong Hae—sacudió el hombro de aquél muchacho.
—Soy tu Oppa—murmuró abrazando fuertemente a su acompañante.
—O-Oppa, ugh. Dong Hae, te has quedado dormido, ya es tarde, debes irte—musitó—. Oppa… muévete, de verdad. Papá vendrá…
—Soy tu Oppa—susurró—. Tengo sueño, durmamos ¿sí? —se acercó a su cuello, dejando rastros de sus labios en él.

Oh, oh.

Eun Woo se paralizó.

Las mariposas en su estómago no dejaban de revolotear. Sabía que si seguían así, caerían en su propia trampa. Temía aquello. Pero quería estar en brazos de su hombre. Sí, de ella.

—De verdad… papá vendrá, si te encuentra en mi cama pensará lo peor. Oppa, sólo tengo 17 años, tú 19, abusarás de mí—rió dulce.
—Patrañas—susurró—. Pero está bien, por lo menos dormí con la persona más abrazable del mundo—rió—. Oye, adoro esto…
—¿El qué?...
—El que te sonrojes—susurró.
—No estoy sonrojada—tocó sus mejillas desesperadamente; el chico rió.
—No—se acercó a ella hasta robarle una tierna caricia en su mejilla—. Pero ahora sí.
—Oye, no se vale darme besitos para sonrojarme—le golpeó suavemente—. Me las pagarás—rió traviesa.

Esos momentos eran los más anhelados por ambos. Nada había cambiado en la actualidad. Sus corazones palpitaban de la misma manera de siempre. Agitado cada vez que se ven el uno a otro. Y ahora, era el tiempo de que este sentimiento tan bello, florezca.

—Oppa, ven mañana a buscarme por la mañana ¿sí? —ordenó Eun Woo desde la puerta, él asintió—. ¡Ah! Tienes un premio por ayudarme hoy—rió traviesa mientras se acercaba a él—Dong Hae sólo sintió una tierna caricia en su mejilla. Sus labios acariciaban su rostro. El mundo se revolvió por completo—. Me debías eso—decía con su radiante mirada.

Pareciera que al mirarse, se podrían decirse todos los sentimientos. Es mágico cómo se comunican unos con otros. Mientras ella se alejaba, a Dong Hae sólo se le cruzó la idea de probar aquellos labios.

Era ahora o nunca.

La detuvo.

Eun Woo sintió como si tocara el cielo cuando sus labios hicieron sólo un pequeño roce. Siendo inexpertos, besaron los labios del otro con furor. El paraíso era para ambos. Miles de sensaciones agasajadoras hacían el momento más especial y cálido. Las enardecidas mejillas de ambos los delataban al instante. Sus agitadas respiraciones daban mucho que hablar, y sus corazones palpitantes disponían a más.

—Ahora—susurró el chico en sus labios—. Tendrás que saldar es…—no alcanzó a terminar la última palabra cuando sintió los labios novatos de la joven presionarse contra los suyos.

Sonrió para sus adentros.

Ambos consiguieron lo que querían. Fue el primer beso, una caricia deseada por mucho tiempo pero cumplida al fin.

Ocho años de relación, para que una discusión minúscula terminara para crear algo catastrófico.

—¡NO ME GRITES!, ¿qué no ves? Me hieres, no seas así. ¡No eres así! Jamás te engañaría y lo sabes—sus ojos se aguaron.
—¡NO TE ESTOY GRITANDO, JODER! No me gusta que salgas con esos tipos; me dan mala espina, ¡sólo trato de protegerte! —él quería llorar.
—¡JÓDETE CON TUS MALDITOS CELOS! Cuando termines de dudar de mí, por favor… llámame—decía Eun Woo mientras se marchaba gimoteando.
—¡Eun Woo! Espe…

Sólo el portazo se sintió. Se había marchado. ¿Qué había hecho? Sólo una de las pocas escenas de celos. Él era celoso, pero las inseguridades ayudaban a tener recelo a él miso y a sus alrededores. Exhaló.

Lloraba. Lloraba de amor. Sólo por una maldita escena de celos. Jamás había experimentado tanta furia como ese día. Quizás, tan sólo quizás la culpa la tenía el estrés.

Media hora había pasado y no había señales de ella. Se exasperó, una corazonada le decía que nada andaba bien.

—¿Dónde estás? —comenzó a preguntarse mientras llamaba a su celular—. Contesta… por favor…

Decidió ir a buscarla.

Mala idea.

Con tan sólo dar un paso a la acera, vio el caos que se había formado. Un grave accidente. La confusión abrumaba su mente. Sin embargo, continuó su travesía, quería encontrar a su amada.

El corazón se le partió en dos. Sentía todo derribado a su alrededor… no podía ser su amada la que fallecía en el piso. Su ángel…

—¡EUN WOO! —corrió hacia el accidente—. Eun Woo—sollozó—, resiste por favor—decía mientras la cargaba desesperado—. ¡AYÚDENME POR FAVOR! —gritó.

Ojalá el rostro ensangrentado de Eun Woo se pudiese borrar de los recuerdos de Dong Hae. Pero malditamente no se puede. Todos esta vida recuerdan lo más doloroso que han pasado y esto no es la excepción.

—Por favor… resiste, llegará ayuda, llegará—sollozaba una y otra vez.

Acomodó los mechones del rostro de la muchacha que caían grácil y sedosos.  Su felicidad estaba en pena. Internamente luchaba por tener esperanzas, pero sabía la cruel realidad que debería enfrentar.

—O-Oppa…—oyó susurrar de sus labios.
—Eun Woo, resiste, llegará ayuda, tranquila…—besó su frente, tiernas lágrimas comenzaron a brotar nuevamente.
—No llores, Oppa. Estaré bien…—musitó con una sonrisa de medio lado.
—Per-Perdóname, preciosa. Sabes que jamás quise dudar de ti—lloró con más fuerzas aún, sabía que esto era el final.
—No te preocupes, sé que en el fondo jamás dudaste de mí. Sabes que te anhelo demasiado como para engañarte—tragó saliva—. Me duele el cuerpo, Oppa. Sé que ya no dolerá. No nos veremos más… esta es la última vez.
—No… no digas eso.
—Shh… Dong Hae sabes que es cierto. En parte fue mi culpa todo esto, es mi culpa haberme ido así de enfadada. No te preocupes. Estaré bien, pero quiero que tú lo estés mejor. Vive por mí. Yo no puedo hacerlo, perdón.
—No, no puedo vivir sin ti, sin ti no puedo seguir. Eun Woo, por favor.
—Así es el destino, Dong Hae—besó su mejilla—. Te amo, te amo mucho… Oppa—sus ojos se cerraron.

Su corazón dejó de latir.

—Eun Woo… Eun Woo, ¡NO, NO, NO, NO!  ¡TÚ NO! ¡POR FAVOR! ¡REACCIONA! —sacudía al cuerpo ya fallecido una y otra vez.

Dong Hae estaba fuera de sí. Sentía golpes dar a su corazón, dagas atravesaban en él. No podía caer en la idea de vivir sin ella. Simplemente no podía. Era su ángel. Y se lo habían arrebatado.

Si tan sólo hubiese detenido aquella escena de celos, si hubiese controlado su ira. Nada de eso pasaría. Pero pasó, pasó de la forma más trágica. ¿Quién iba a pensar que de un momento a otro perdería a una persona importante en su vida? Así es. De un momento a otro puede pasar. Nadie manda al destino más que él mismo. Sí, se puede controlar, pero no mandar. Sin embargo, esto no pasó.

Ahora, después de un día sin ella. No aguantaba más. Nadie estaba a su lado. Le hacía falta, mucha falta. Vio su única salida, su único punto de fuga, su único… escape.

No era el mejor de todos. Era un escape estúpido. Sin embargo, para él era el único para no torturarse más. La muerte si más bien no era sencilla, tampoco santo remedio. Pero curaría sus más internas heridas.

Así, los dos estarían unidos en corazón y alma.

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